miércoles, 2 de marzo de 2011

Texto presentado en la Lectura x la Paz del 28 de diciembre de 2010, leído el 5 de febrero, 2011, en la Explanada del Centro Cultural José Martí, México, D.F.

"Hoy festejo que existe gente todavía en mi país como ustedes, que están aquí, por la preocupación a causa de lo que acontece en nuestra tierra mexica. Y quiero ahora festejar que están aquí porque han pasado de largo frente a ese individualismo que poco a poco se ha ido apoderando de gran parte de nuestros hermanos mexicanos, esa peste que es el individualismo que ha entrado corriendo por las calles, en casas y edificios, en valles, ríos, y en desiertos, penetrando rincones recónditos, invadiendo entendimientos, engañando a la lógica con la consigna de que es la única manera de subsistir en esta tierra donde hemos visto que nos han dejado colgados con proyectos, que nos han dado la espalda cuando hemos pedido ayuda, donde hemos visto que cada quien se rasca con sus propias uñas, donde nos han dado en la mejilla con un ‘cada quien pa’ su santo’, con una bofetada de ‘yo solito desde mi trinchera’, una propia, privada e individual trinchera. Por eso ahora los festejo a ustedes, porque no sucumbieron a esa peste y están aquí, porque sienten como yo lo que está lacerando a esta tierra, porque lamentan como yo ese contagio y la ausencia de vacunas y remedios que anulen la enfermedad.
Esa peste en que, como si José Alfredo Jiménez lo hubiera visualizado desde su momento, el concepto de vida adquiere un matiz fugaz, de desesperanza o de trivialidad, “la vida no vale nada” y fluye la sangre como si no valiera y se desperdigan amenazas y balas como si no hubiera nada por qué vivir, nada qué perder.
Por eso hoy festejo que están aquí en contra de esa violencia, estamos aquí porque creemos en la raza de esta tierra, una sola de cualesquiera descendencias, una todos los de cada uno de los rincones de nuestro México.

Porque este grito en contra de la inhumana crueldad surge de un impulso de abrazar a aquellos que están siendo lastimados por ella, de un ímpetu de estrecharlos a todos ellos que están sufriendo los estragos de las ansias de poder, de los intereses económicos, emerge de un deseo de acoger a aquellos que han tenido que huir de la madre patria, del duelo instintivo que llevamos por tanta muerte, de unas lágrimas que quieren brotar de este país que se desgarra.

En esta sensibilidad de ustedes para estar aquí por la paz, yace la comprensión de los lazos entre cada uno de los pueblos y comunidades, las capitales y estados, de México, esa comprensión que nos hace vernos como seres humanos iguales todos, con los mismos errores, defectos, omisiones, las mismas necesidades, y percibimos ese dolor, ese miedo que parece extenderse abarcando cada vez más.

Por eso, los celebro a ustedes, a la vez que insisto en convocarlos a oponerse a esa peste con su sensibilidad, a impregnar a otros de ella contraviniendo esa plaga, sanando a otros del individualismo que nos han sembrado, que es esa epidemia la principal causa de la violencia, de la masacre que sólo persigue satisfacer deseos propios particulares, egocéntricos... individualistas.

Los festejo a todos ustedes y a mi tierra y a mi raza, la que somos hoy todos, y festejo su flora, sus árboles, sus pencas y nopales, su aguamiel y sus manjares, festejo su águila y su serpiente, sus modismos y su mariachi, festejo todo lo que es ella en sus antojitos, sus chiles, sus artesanías y sus pirámides, festejo al sol que brilla sobre nosotros y a Quetzalcóatl y a Coatlicue, a la Guadalupana y sus procesiones, festejo su habla y su sentido del humor que alivia. Festejo a su gente y a esta Madre Tierra que gracias a ella Soy, y gracias a ella estoy aquí, con ustedes.



Gracias."
Cristina de la Concha

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