jueves, 8 de diciembre de 2016

Contradiciendo a contradecir a Rius 


Contradiciendo a contradecir a Rius 




 

Logré entrar en la sala, con dificultades avancé entre la gente, la mayoría jóvenes de pie abarrotados alrededor de los cientos de personas de todas las edades sentadas en un foro de la FIL de Guadalajara frente a un pódium con tres o cuatro personajes junto a Rius. Me acomodé en un huequito casi a fuerzas para escuchar al hombre que había convocado multitudinariamente.

Al día siguiente, en un stand de esa feria de hace unos quince años, estaría Rius autografiando libros, y ahí estuve pero la fila para obtener la rúbrica de “San Ateo”, como lo propuso Jesusa en la presentación de su libro Mis Confusiones en 2014, era larguísima y me ahorré el numerito. Comprendí que unas páginas de su autoría con la firma de su puño y letra no eran para mí y no volví a tentar la idea.

Eduardo del Río "Rius", uno de esos peculiarmente grandes, muy conocido por su revista Los supermachos y Los Agachados, tiene más de 120 libros publicados, además de las revistas que ha creado y las publicaciones en que colabora, de cientos de cartones y dibujos, y de quien me atrevo a opinar lo mismo que de Juan Gabriel, con todo respeto y sin mezclar disciplinas ni contextos y contrario a lo que él mismo ha señalado sobre su amplia producción y sus creencias: él, mientras más produce, más produce. Lo contradigo porque ha aludido un pacto con cierto ser de malignidad para alcanzar esa producción y más bien parece que posee esa excepcional virtud de dar luz y recibir luz, una retribución de la que no muchos gozan porque el secreto es ignorado: dar simplemente. Lo contradigo porque nadie hace un pacto con dicho ser para dar de la manera en que él lo ha hecho, es decir, para un pacto semejante se requeriría que su producción no hubiera abonado a la educación en este país, que sus tomos y dibujos no transmitieran ni conocimientos ni información en beneficio de los demás, que no provocaran a la reflexión ni a la concientización como él ha logrado hacer, sino todo lo contrario. Así que… pues, si acaso este humilde texto llega a los ojos del laureado escritor-monero, ocupado con tantos fans, que me perdone por contradecirlo y oponerme a ésa y, de una vez, a otras declaraciones que ha hecho.

(En 1976, fue galardonado en el Salón de Lucca con un trofeo de la UNICEF. En 1987, recibió el Premio Nacional de Periodismo de México en caricatura, premio del que volvió a ser acreedor en 2010 pero esta vez por su trayectoria periodística representada en su trabajo como caricaturista. En 2004, recibió La Catrina, premio a personajes importantes del mundo de la caricatura y la historieta en el marco del Encuentro Internacional de Caricatura e Historieta, en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.)

Con humor y su forma lúdica, ha escrito de todos los temas, en particular, cuestiones que preocupan o deben preocupar a la sociedad, de religión, de salud y ecología, sobre el consumismo, las drogas, sexo, música, fútbol, de filosofía, economía, política, historia, en fin, siempre con ese tono puntilloso, irónico, como un fuerte crítico del sistema, con un lenguaje coloquial y accesible para cualquiera. Es irreverente y nadie se le escapa.

Nacido en Zamora, Michoacán, en 1934, caricaturista, historietista y escritor, se ha dedicado a enseñar a millones de mexicanos con su obra, entre ellos a esta tolteca para quien fue un alivio leer La panza es primero entendí lo que la mía trataba de decirme, pero, además, lo acogí casi con fervor por su fluidez y particularmente por ese concepto suyo de escribir libros a mano, dibujarlos y diseñarlos de manera genial, aunque él ha alegado que no sabe dibujar, que sus monos “son horrendos”, en lo cual lo contradigo de nuevo, no porque no caigan en tal calificativo sino porque son precisos, comunicativos, expresivos, pero esta idea de libros a mano, dibujados y diseñados por el propio autor se quedó adherida a esta conciencia para un día hacer uno así, realizarlo manualmente en su totalidad… si tan sólo la misma luz creativa asistiera a esta pluma....

En El Yerberito Ilustrado, Rius nos habla de medicina herbolaria, “destruye los mitos oficiales y denuncia los intereses exclusivamente económicos de la industria farmacéutica (…) demuestra que gran parte de los medicamentos de patente han resultado tóxicos (…) explica las bases botánicas de la medicina herbolaria” y enlista los principales medicamentos que tienen su origen en las plantas así como las plantas curativas más comunes en México detallando sus principales propiedades y usos. Este libro, junto con aquellos sobre comida chatarra, naturismo y temas relacionados, nos da el panorama de lo que hemos hecho como civilización en contra de la Naturaleza a la que, en su sentido irónico –y quizás lo estoy contradiciendo de nuevo– nos invita a regresar, a vernos como humanos parte de ella, a agradecerle. En ellos, su juego con la caricatura, el collage, párrafos mecanografiados en courier, dibujo sencillo y humor hizo crecer aun más la aspiración de esta autora de editar un libro completamente a mano, me inspiró, sí, y edité mi Cuento Caligráfico pero todavía no ese ejemplar de humor y caricatura y collage y párrafos en courier

Con Los panuchos terminé de atar cabos sueltos de la historia: en pocas palabras, los que buscaron instalar el Imperio en México en 1863, eran los mismos que crearon el partido azul en 1939, los hijitos de los hijitos. “¡¿Y por qué no nos lo dijiste antes?!” Fue la exclamación casi aterrorizada de varias amigas después de las elecciones del año 2000, ... porque… er… Traté de hacerlo, con mucha gente intenté hablar de eso y de que el cambio no podía darse de la noche a la mañana, que cambiar un sistema burocrático y viejas costumbres, anquilosadas, requería tiempo, pero casi nadie quiso escuchar, la mayoría estaba como poseída por “el cambio”. De haber leído Los Panuchos, quizás otra cosa hubiera sido pero tampoco se conseguían ejemplares, se agotó muy pronto, aunque tampoco las cosas eran así de “tú ganaste, ten”.

De sus más recientes libros, de 2015, uno es La reforma dizque heducativa, publicado en el mes de mayo, en cuyo título se refleja con claridad el contenido del libro, y posteriormente, a finales del año, ¿Cuándo se empezó a xoder a Méjico?, donde también con el título nos está dando su sustancia: curiosamente marca la “x” de México denotando la importancia de nuestras raíces y, como una denuncia, el deseo cruento de arrancarlas, que se las quieren extraer a México en el deleznable acto de ponerlas en el verbo “joder”, i.e., “xodiéndolo”, (en lo que parece coincidir con el Divo de Juárez aunque desde contextos distintos, en ideas paralelas pero no distantes), con cuya pregunta expone la política al revés, ya no como el área que se ocupa de la polis, sino como la herramienta con la que buscan dañar al país, ya ni siquiera como herramienta de simple enriquecimiento, sino como arma que lastima, que lacera, que pretende abrir en canal, incoherentemente, a la propia tierra que les ha satisfecho sus placeres.

Eduardo del Río "Rius" afirmó: “No, Méjico no se xodió desde la caída de Tenochtitlán, ni cuando los gringos se robaron la mitad de su territorio, fue en un sexenio más cercano.” Y lo contradigo de nuevo, porque también ha asegurado que no tiene remedio y no estoy de acuerdo, sí tiene remedio y en ésas estamos, ni estoy de acuerdo en que se xodió porque no se ha xodido en ese sentido, en el de que ya no tiene remedio, en el de que lo lastimaron y ya lo dejaron inválido, no no no, porque “somos más los buenos” –dijo hace unas semanas una joven que secuestraron en Veracruz–, somos mayoría los que rechazamos lo que ha estado sucediendo, una mayoría abrumadora, una mayoría de muchas docenas de millones de mexicanos en contra de un mal que consiguió anidarse en esta tierra por descuido. Ciertamente la educación no es la mejor pero para eso está él y otros que como él luchan con su palabra contra ese mal, y están los maestros y los luchadores sociales y los activistas, y los trabajadores, los profesionales, los médicos, los ingenieros, los artistas, los reporteros, los albañiles, los taqueros… que no quieren vivir así, con la “Nada”, como le llamó Ende a esa sombra gris, oscura, que iba posándose, apropiándose de las almas de los habitantes de su Historia Interminable, en cuyo final la luz triunfa. La palabra es el arma, y los libros y los maestros y la educación, el arte, la cultura.

Espero que, ya que no obtuve el autógrafo deseado, “Don A-teo-Luz” me perdone las irreverencias.







http://rius.com.mx/rius/

Presentación de MIS CONFUSIONES de RIUS https://www.youtube.com/watch?v=qt9AbPpsZeg






  

viernes, 9 de septiembre de 2016

Embajadora



México Máxico mapa contrato



De raíz y raza por Griselda Gómez

De raíz y raza
por Griselda  Gómez





La maestra del poema y su embajada pacifista
Me hizo llegar a su bendición tolteca
La que dibuja con los diez lápices de sus manos...
Palomas de un país herido
La que grita en las plazas los nombres
De los invitados


La que me sembró café y canela
A la vera de la ruta
La que me viajó de ida
Y no me abandona en la vuelta
La hermana de raíz y raza
Que se quedó en la oración de los silencios
Con el bastón erguido y quieto
Mientras yo trepaba en Huapalcalco
La madre que en esa tarde de viento fugaz
No me dejó huérfana
Y mudó mi pena hacia el poniente
Yo dejé mis risas y mis lágrimas
En la mesa de sus alimañas sagradas
En sus dos casas abiertas a mis huesos
A mis hambres y a mis sueños

Escribo sobre una maga que lee
Más allá del tiempo y de las cosas
Levanta banderas de los libres
Y muestra banderas de los oprimidos
En un encuentro donde sólo caben las palabras.
                        

sábado, 16 de julio de 2016

La terapia del perdón II


La terapia del perdón II






Este acto –que tuve, más bien, la osadía de llamar “terapia” del perdón– es una reflexión profunda a la que podemos entrar con suavidad a través de pensar que la hagamos al menos por egoísmo, sin embargo, una vez ahí, el mismo perdón nos debe guiar hacia la humildad para tener el perdón real de ida y vuelta, ya ahí no importa si nos quisieron obligar a pedir perdón, si pedir perdón es someternos porque el sometimiento, como dije antes, en que el orgullo, la dignidad nos duele, es un asunto de dos, de uno frente al otro, es decir que lo que tiene que ver con el otro ya no importa, el perdón real debe ser de uno mismo, no importa si el otro comete un acto tan vil –como el de tratar de someternos– para poder perdonarlo, por lo tanto, debemos perdonarlo; si el otro comete ese acto es cuestión de él, mientras tanto, uno busca el perdón sea que el otro lo haga o no.

         Así, el perdón se toma por voluntad propia, como un acto individual en que uno decide SIN cuestionar al otro si se le debe perdonar, pedirle perdón por cualesquiera razones que tuviera para decidir hacer daño, porque es o son sus razones.

Ya abordado este punto, aunque no debe importarnos, el razonamiento es que no sabemos cómo fue su vida ni qué fue lo que lo llevó a actuar así, porque esa persona, al igual que uno, ha vivido, ha sufrido, es una persona igual que nosotros, con defectos, con errores, porque todos somos iguales al nacer y la vida nos va conduciendo por caminos diversos que nos hacen creer diferentes conceptos, entre ellos, cosas equivocadas, nos vamos formando y ahí es donde podemos adquirir ideas que nos lleven a actuar de tal o cual modo. Tomemos al asaltante a mano armada, no sabemos cuál es su circunstancia para que llegue a ti con una pistola y te apunte, no sabemos qué lo hizo tomar esa decisión, no sabemos si está en la pobreza y su hija enferma requiere medicina para salvar su vida por lo que se ve obligado a ello; o el ejemplo de la monja que busca someter a una niña, no sabemos si lo aprendió de niña igual y fue sometida, maltratada, ultrajada y violada, de tal manera que se lo creyó, que su inconsciente y su conciencia se “configuraron” de tal modo que la hicieron creer que ella debe repetirlo y en cuanto encuentra a otra niña que es como ella era en su infancia, su primer impulso es repetirlo, lo reproduce, entonces, no sabemos si esa “configuración” que le dio esa vida de abusos que ella tuvo la hizo creer que así es la vida, que así son todas las personas y que debe seguir es patrón, comportarse de ese modo, es decir que en su mundo reducido cree que sólo existe eso, esos actos: someter y ser sometido.*

         Y entre ellos están los de asesinos que ahora llaman “en serie” (aunque  no es la traducción correcta) con unas vidas terribles, de las que se sobreentiende que de ahí aprendieron. También se sabe de psicópatas y otros enfermos que así nacieron o que, por su desarrollo, adquirieron tal o cual enfermedad, que por tanto también tienen “sus” razones para actuar como lo hacen pues carecen de asideros, de dónde echar mano para cubrir esas deficiencias neurológicas y cometen actos atroces, pero tan atroces como perdonables pues son tan humanos como nosotros, el destino les dio eso a ellos, no a nosotros, nosotros tuvimos la suerte, la grandísima suerte de no estar en su lugar, por tanto, a nosotros nos corresponde perdonar y pedir perdón por cualquiera que sea el motivo que los condujo a actuar en contra nuestra.*

         Es redundar en que todos somos iguales, todos sentimos, todos tenemos dolores, malas experiencias, todos somos cincelados con esas experiencias, todos estamos siendo cincelados, esculpidos desde que nos levantamos hasta que nos vamos a dormir con todas las cosas que van sucediendo a lo largo del día y de ahí vamos adquiriendo los diferentes conceptos e ideas para actuar de una u otra forma. Se hace necesario comprenderlo así nomás, para comprender que, dentro de un todo que somos cada uno, se va configurando nuestra personalidad con las características que traemos al nacer y así comprender plenamente de uno mismo las debilidades y aceptar que se tienen, pero también las de los demás, comprender que se tuvieron las debilidades y defectos que provocaron que se cometiera tal o cual error o delito o "pecado" porque se es humano, ¡somos humanos! y, por lo tanto, imperfectos, como tales no estamos exentos de equivocarnos en pensamiento, ni en palabra y obra, no estamos exentos de las tentaciones, de las pasiones del alma, de caer en lo más bajo… simplemente, la suerte, el destino, la vida, Dios o una mano invisible hizo que unos cayeran de un lado y los otros en el opuesto, o que se desviaran a la mitad del camino.*

Si se descubre que abundan los Krugers o los Mansons, corresponde a la sociedad juzgarlos como personas que la dañan y determinar lugares y métodos que los ayuden a no dañarla, a no hacer sufrir a los demás, a no contribuir a los perjuicios que cometen otros, tomando en cuenta, siempre, que tuvieron una vida en particular que los formó de un modo que dio esos resultados, y con ello buscar la manera de que no se repitan estos resultados,* pero con esto no estoy diciendo nada nuevo.

O sea que si los mexicanos somos muy individualistas y eso nos hubiere conducido al punto en que nos hallamos, entonces, sería menester buscar por qué nos hicimos así, qué fue lo que sucedió.



*Tomado y adaptado de Del Abuso, ensayo de la autora.

La terapia del perdón


La "terapia" del perdón




… para quitarse los estorbos que la vida nos va poniendo, tener serenidad, objetividad y ¡salud! Pero perdonar se vuelve un tabú en esta sociedad.

Como toda terapia, es una práctica para curar muy seria, pedir perdón es un término fuerte al que difícilmente la gente se anima, es doloroso, vergonzoso, un acto que ha sido interpretado como forma de sometimiento por lo que es renegable e inaceptable, inaudito e incluso hay quienes jamás nombran ni nombrarían la sola palabra “perdón”, ni aunque tuvieran que hacerlo, buscarían la forma de evadirla, ni aunque hiciera referencia a un tercero, porque simplemente no la reconocen en sus ámbitos.

Esta dinámica, a la que me di el privilegio de llamar “terapia del perdón”, no incluye, de ninguna manera, ese concepto de sometimiento que implica el perdón para la generalidad. Existen quienes la utilizan con este propósito: unos no la usan para no someterse y otros persiguen a toda costa que unos la emitan para así someterlos. Esto es muy frecuente en ciertos medios, un jefe que busca someter a un empleado puede acosarlo e inventar una situación que lo obligue a pedir perdón y así sellar su relación, como un gato que orina su territorio, lo que les es “funcional” en quien ignora el propósito final –mucha gente, sobre todo jóvenes–, o en quienes lo saben pero no pueden actuar en contra. … Como unas monjas de mi infancia que obligaban a pedir perdón por actos no cometidos, inventados por ellas mismas, y en particular me orillaron en algunas ocasiones a la circunstancia de puños y labios apretados para no llorar pero con las lágrimas cayendo por el chaleco, para luego aplicar el ahora reconocido “bulling” frente a un grupo de niñas –pero ¡lo conseguí, no pedirlo!–. No, ni Buda ni Jesús se refieren al perdón de esta índole, ni creo que el Dalai Lama lo hiciera ni que Dios lo estableciera, sino al que alivia, al perdón que sana.

Este “perdonar” no es fácil, por lo anterior y por los orgullos, el ego, la soberbia, los prejuicios, el pudor, y un sinfín de pruritos que lo han convertido casi en un tabú, que están ahí al momento de ponerlo en práctica y hay que pelear con ellos.

Tampoco se trata de ir a buscar a la gente para pedirle perdón o a perdonarla. No, porque incluso nos lo puede tomar a mal, a causa de los razonamientos anteriores, o porque no está de humor o porque ya se le olvidó o porque no entiende el motivo o porque no está en su momento o porque puede ofenderse, o simplemente, envanecerse, lo que provocaría una situación peor de la que se pretende arreglar. No. No es necesario porque el acto mismo es para quien lo realiza, para sanarse uno mismo, no para los demás; los demás deben sanarse ellos solos, por su propia voluntad. Consiste únicamente en, desde nuestra conciencia y nuestro plexo solar, ejercer el perdón en todas sus formas, dándolo y solicitándolo –aunque la persona a quien se dirige lo ignore– de ida y vuelta, en ambos sentidos, perdonar y pedir perdón, darlo y recibirlo, haciendo el ejercicio –en la imaginación, si se quiere llamarle así– de charlar con la persona, con uno mismo. Es una reflexión profunda. Pero una vez sobrepasada la primera batalla, sucede la sensación de alivio, de lavarse en aguas refrescantes y cristalinas, se alcanza la “iluminación”, o el convencimiento de lo que es esto.

No quiero hablar de milagros porque la “magia” es “natural”, es verdadera: una serie de sustancias y neurotransmisores estarán corriendo por el organismo una vez que se cumple el perdón dentro de uno mismo, para así modificar el estado del cuerpo, convertir acidez en alcalinidad, y con ello nuestra disposición a la vida.

Esto también se consigue en el psicoanálisis, con la diferencia de que éste se tarda unos seis años, si bien nos va; otras terapias psicológicas toman menos tiempo, unos cuatro, o la Gestalt, quizás con suerte, dos. Y el camino es arduo, en general, dolorosísimo. Debe haber otras terapias con más o menos similares resultados.

La del perdón, si se tiene buena disposición, en unos minutos se concluye; si hay barreras, horas o días.

Hace menos de dos décadas, a pasos agigantados los estudios científicos sobre la risa concluyeron que ésta produce endorfinas y dopamina y la posibilidad de curarnos nosotros mismos o, al menos, ayudarnos a la curación, con una mentalidad y una disposición a la vida en equilibrio, sin odios ni rencores ni enojos ni tristezas… sin ese estar rumiando que “fulanito me hizo esto y lo otro y yo le voy a responder”… bla bla. Porque es cierto, son muy comunes las frases: “le voy a dar en…”, “así le va a ir…”, “éste me va a conocer…”, “va a saber con quién se metió…”, “la venganza es dulce…” y lo peor es que son respuestas a tonterías como que se volteó en la calle para no saludar, se metió en su bolsa el encendedor, desapareció su libro, cerró la puerta en sus narices, se le olvidó avisar su horario, se vistió igual. Pero, además, si alguien recomienda dejar esa actitud, se lo interpretan como ¿cursi? ¿anticuado? o ¿moralina? ¿falsa modestia? ¿hipocresía? Inevitable surge la pregunta: ¿qué harían si se tratara de algo realmente grave?... Y ¿cómo estará su organismo? ¿su corazón? ¿sus relaciones afectivas? ¡Qué difícil se contempla, entonces, la vida! ¿cómo vivir así? Y me sorprendo a mí misma cuestionándome: pero si yo vivía así, ¿cómo?

No mucho tiempo después, las investigaciones colocaron frente a nosotros este milagro en este siglo: La Naturaleza nos dotó de este don sanador, perdonar “de ida y vuelta”, para nuestro conocimiento y práctica, o quizás para que reconozcamos a esta Madre Tierra, le agradezcamos, aprendamos a respetarla y le hagamos reverencia: nuestros organismos producen lo necesario para tener una buena vida.

Este don sanador son los efectos que producen la alcalinidad y la acidez en nuestro organismo en su funcionamiento, los que nos muestran que la acidez excesiva produce y alimenta el cáncer y las enfermedades, y la alcalinidad nos da salud.

La acidez la produce el cuerpo humano en hormonas como la adrenalina y la cortisona a partir de las penas, las preocupaciones, los dolores, el estrés, la tristeza, la ira, la depresión, obviamente rencores y rencillas, envidias, codicia, el deseo de “poder”, de venganza, la ambición desmedida, etc, –estos  son los sinsabores– estas últimas porque provocan estrés, tristeza, rencor en el intento de la consecución, por carecer de eso que se desea.

Y lo contrario es con la alcalinidad: de hormonas y neurotransmisores como la serotonina producidos por la alegría, la risa, el bienestar, el amor, el afecto, el apapacho, el abrazo, nuestra salud mejora. Aquí, mi insistencia en que ¡la misma Naturaleza nos está dando la clave!

No se refuta, de ninguna manera, que sustancias como la adrenalina y la cortisona sean útiles y necesarias, por alguna razón las creó la Naturaleza, se ha comprobado lo eficaces que son para salvarse en un accidente o un desastre, o para detener un abuso como el de unas monjas frente a una niña que se niega a pedir perdón. Pero esto es tema aparte; mientras tanto, pongamos atención a la Naturaleza.  

Entonces, si se tiene una frustración por no haber conseguido el puesto deseado, esa frustración estará produciendo acidez. Si se sufrió un asalto a mano armada o violación, la impresión por el evento estará produciendo acidez prácticamente por el resto de la vida, cada vez que el inconsciente lo recuerde. De igual manera sucede con cualquier tipo de pérdida o decepción, sea en mayor o menor grado, un trauma de la infancia, “un pendiente”, el evento estará produciendo acidez prácticamente cada vez que algo, cualquier detalle provoque que el inconsciente lo recuerde. Acidez que no escatima rangos sociales. Esto es, por ejemplo, si un empresario ansía comprarse un yate pero el negocio que creyó saldría “redondo” para obtener el dinero que cubriría su costo, no funciona, su frustración por no adquirir ese yate le producirá acidez, la cual actuará en su contra dentro de su organismo; esto es: su ambición le causa un daño, es decir, él solo, sin ayuda de nadie, se causa un daño a sí mismo. Si un hombre desea a una mujer que ya tiene pareja y no lo ama, sucede lo mismo; y si planea obtenerla no obstante, pues sucederá peor. Si se desea lo de los demás y se desea arrebatárselo a toda costa, es mucho peor, los actos implicados en ello, provocarán engaños, tensión por el temor de ser descubierto, envidia, soberbia, enojo y rencilla que son los sentimientos que mantienen ese deseo hasta su consecución, frustración si no se obtiene el objeto de deseo, deseos de venganza, etc; y si alguien constantemente está hablando de venganza por cualquier insignificancia, obviamente se está produciendo acidez en la misma forma y frecuencia. Es decir, quien incurre en estas actitudes se está haciendo daño a sí mismo aunque diga que goza con la venganza, ¡vaya contradicción! Y me he detenido en este punto porque abundan, de modo escalofriante, las personas que hablan de venganza como si hablaran de una salida de fin de semana con los amigos, la fiesta: con gusto y sonrisa.

Esta “terapia”, aunque suena a durar unos cuantos minutos, que es lo que se toma de tiempo cuando hay disposición, no es una tarea que se lleve a cabo de la noche a la mañana como parte de la rutina, las barreras con las que se topa a veces pueden parecer muros infranqueables. El convencimiento completo de que funciona, de que alivia, puede tardar años; uno quizás se convenza un día y decida practicarlo de momento, o tal vez por haber tenido resultados extraordinarios en un caso particular lo practique y, al día siguiente, lo olvide. Es una decisión, sí. Y, al practicarlo, es muy probable estar recomenzando cada vez o, después de creer que ya se domina, tener que recomenzar como si nunca se hubiera hecho antes.

Sin embargo, la frescura de un amanecer en un manantial de aguas cristalinas lo hace muy deseable.

miércoles, 25 de mayo de 2016