La terapia del perdón II
Este acto –que tuve, más bien, la osadía de llamar “terapia” del perdón–
es una reflexión profunda a la que podemos entrar con suavidad a través de
pensar que la hagamos al menos por egoísmo, sin embargo, una vez ahí, el mismo
perdón nos debe guiar hacia la humildad para tener el perdón real de ida y
vuelta, ya ahí no importa si nos quisieron obligar a pedir perdón, si pedir
perdón es someternos porque el sometimiento, como dije antes, en que el
orgullo, la dignidad nos duele, es un asunto de dos, de uno frente al otro, es
decir que lo que tiene que ver con el otro ya no importa, el perdón real debe
ser de uno mismo, no importa si el otro comete un acto tan vil –como el de
tratar de someternos– para poder perdonarlo, por lo tanto, debemos perdonarlo;
si el otro comete ese acto es cuestión de él, mientras tanto, uno busca el
perdón sea que el otro lo haga o no.
Así, el perdón se toma
por voluntad propia, como un acto individual en que uno decide SIN cuestionar
al otro si se le debe perdonar, pedirle perdón por cualesquiera razones que
tuviera para decidir hacer daño, porque es o son sus razones.
Ya abordado este punto, aunque no
debe importarnos, el razonamiento es que no sabemos cómo fue su vida ni qué fue
lo que lo llevó a actuar así, porque esa persona, al igual que uno, ha vivido,
ha sufrido, es una persona igual que nosotros, con defectos, con errores,
porque todos somos iguales al nacer y la vida nos va conduciendo por caminos
diversos que nos hacen creer diferentes conceptos, entre ellos, cosas
equivocadas, nos vamos formando y ahí es donde podemos adquirir ideas que nos
lleven a actuar de tal o cual modo. Tomemos al asaltante a mano armada, no
sabemos cuál es su circunstancia para que llegue a ti con una pistola y te
apunte, no sabemos qué lo hizo tomar esa decisión, no sabemos si está en la
pobreza y su hija enferma requiere medicina para salvar su vida por lo que se
ve obligado a ello; o el ejemplo de la monja que busca someter a una niña, no
sabemos si lo aprendió de niña igual y fue sometida, maltratada, ultrajada y
violada, de tal manera que se lo creyó, que su inconsciente y su conciencia se
“configuraron” de tal modo que la hicieron creer que ella debe repetirlo y en
cuanto encuentra a otra niña que es como ella era en su infancia, su primer
impulso es repetirlo, lo reproduce, entonces, no sabemos si esa “configuración”
que le dio esa vida de abusos que ella tuvo la hizo creer que así es la vida,
que así son todas las personas y que debe seguir es patrón, comportarse de ese
modo, es decir que en su mundo reducido cree que sólo existe eso, esos actos:
someter y ser sometido.*
Y entre ellos están los
de asesinos que ahora llaman “en serie” (aunque no es la traducción
correcta) con unas vidas terribles, de las que se sobreentiende que de ahí
aprendieron. También se sabe de psicópatas y otros enfermos que así nacieron o
que, por su desarrollo, adquirieron tal o cual enfermedad, que por tanto
también tienen “sus” razones para actuar como lo hacen pues carecen de
asideros, de dónde echar mano para cubrir esas deficiencias neurológicas y
cometen actos atroces, pero tan atroces como perdonables pues son tan humanos
como nosotros, el destino les dio eso a ellos, no a nosotros, nosotros tuvimos
la suerte, la grandísima suerte de no estar en su lugar, por tanto, a nosotros
nos corresponde perdonar y pedir perdón por cualquiera que sea el motivo que
los condujo a actuar en contra nuestra.*
Es redundar en que
todos somos iguales, todos sentimos, todos tenemos dolores, malas experiencias,
todos somos cincelados con esas experiencias, todos estamos siendo cincelados,
esculpidos desde que nos levantamos hasta que nos vamos a dormir con todas las
cosas que van sucediendo a lo largo del día y de ahí vamos adquiriendo los
diferentes conceptos e ideas para actuar de una u otra forma. Se hace necesario
comprenderlo así nomás, para comprender que, dentro de un todo que somos cada
uno, se va configurando nuestra personalidad con las características que
traemos al nacer y así comprender plenamente de uno mismo las debilidades y
aceptar que se tienen, pero también las de los demás, comprender que se
tuvieron las debilidades y defectos que provocaron que se cometiera tal o cual
error o delito o "pecado" porque se es humano, ¡somos humanos! y, por
lo tanto, imperfectos, como tales no estamos exentos de equivocarnos en
pensamiento, ni en palabra y obra, no estamos exentos de las tentaciones, de
las pasiones del alma, de caer en lo más bajo… simplemente, la suerte, el
destino, la vida, Dios o una mano invisible hizo que unos cayeran de un lado y
los otros en el opuesto, o que se desviaran a la mitad del camino.*
Si se descubre que abundan los Krugers o los Mansons, corresponde a la
sociedad juzgarlos como personas que la dañan y determinar lugares y métodos
que los ayuden a no dañarla, a no hacer sufrir a los demás, a no contribuir a
los perjuicios que cometen otros, tomando en cuenta, siempre, que tuvieron una
vida en particular que los formó de un modo que dio esos resultados, y con ello
buscar la manera de que no se repitan estos resultados,* pero con esto no estoy
diciendo nada nuevo.
O sea que si los mexicanos somos muy individualistas y eso nos hubiere
conducido al punto en que nos hallamos, entonces, sería menester buscar por qué
nos hicimos así, qué fue lo que sucedió.
*Tomado y adaptado de Del Abuso, ensayo de la autora.
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